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miércoles, 23 de octubre de 2013

2- SEMILLAS DE UNIDAD



            La Conciencia de Unidad es el tema de esta reflexión. Mientras leíamos el libro “La Enfermedad como Camino” de Dethlefse y Dahlke, vinieron a mi mente algunas ideas que decidí poner por escrito. La primera idea o comprensión que se reveló en mi como algo original, hasta el momento, está relacionada con el Budismo. Comenzaré por aquí la reflexión.
            Se dice que Sidhartha Gautama, príncipe de Kapilavastu de un reino en los confines de Nepaul, en el siglo VII antes de J.C., abandonó su reino y todas sus posesiones materiales para internarse en el bosque a reflexionar y meditar sobre la Vida. Estaba decidido a hallar la verdad acerca de la vida, de la vida humana y del sufrimiento.
El veía que a pesar de que la gente tenía su religión, siendo el Hinduismo (Brahmanismo) la más grande de toda la India, eso no evitaba el sufrimiento que producían las penas, los apegos, la enfermedad, la vejez y la muerte, eventos a la vez repetidos una y otra vez en las reencarnaciones sucesivas necesarias para la evolución.
Estaba decidido, por que lo sentía en su corazón como un llamado irresistible, a encontrar una respuesta verdadera y profunda que significase la superación de la pena y el dolor y la liberación del ciclo de las innumerables reencarnaciones. Fue así que, dejando su Palacio, y sus posesiones y afectos en este, se dirigió al bosque, convirtiéndose en un renunciante. Una sola cosa estaba en su mente: encontrar la Verdad acerca del sufrimiento humano. Evidentemente él “intuía” que había una “llave” que el hombre aún no había encontrado, y de alguna forma algo le decía en su interior que sería él quien la hallaría. Su intención no era liberarse a sí mismo de las limitaciones humanas, sino encontrar la llave que abriese la puerta de la Libertad al Hombre, a la Humanidad.
            Se dice que después de años de vivir una vida de asceta, en meditación, en total pobreza material, y alimentándose apenas de raíces y frutos del Bosque, algo ocurrió… Escuchó a unos pescadores que navegaban por el río en su canoa; uno de ellos llevaba un instrumento musical a cuerdas, y el otro le decía: “no tenses demasiado la cuerda o esta se cortará…, pero si la tensas muy poco no sonará…” Esto sonó como una señal interior para Sidhartha. Comprendió a partir de allí que para buscar la Verdad no era necesario renunciar a todo lo material, sino que una armonía y equilibrio entre los extremos sería lo correcto. A partir de allí comió y se vistió como cualquier hombre, pero prosiguió su búsqueda. Los ascetas que lo seguían a él como a un guía espiritual no comprendieron su repentino cambio de actitud, y pensaron que él había abandonado la búsqueda de la Verdad. Esta es la leyenda que conozco sobre cómo Sidhartha halló el  “camino medio”, la armonía entre los extremos, lo que en el Cristianismo he escuchado nombrar como templanza, prudencia, moderación, etc. No olvidemos que, de todas formas, este tipo de historias rara vez son ciertas concretamente, al pie de la letra…sino que son leyendas, alegorías, que nos quieren transmitir algo…
            Fue recién cuando Sidhartha se iluminó internamente que recibió el título de Buda, el Iluminado. Se dice que en meditación, él llegó a conocerse a Sí Mismo más allá de su personalidad humana, descubrió su Identidad en unidad con el Cosmos, con la Totalidad de la Vida Universal. Descubrió así las respuestas que buscaba, lo que fue formulado como “las 4 nobles verdades”:

1-    Que existe el sufrimiento (relacionado a la existencia evolucionaria que lleva a nacer y morir una y otra vez, vida tras vida)
2-    Que la causa del sufrimiento es el deseo, siempre renovado y sin fin.
3-    Que existe la Liberación del deseo.
4-    Formula el medio para obtener dicha liberación, donde describe el “Óctuple Sendero” de rectitud.


El Óctuplo sendero habla de una vida recta en todo sentido y a todo nivel: recto pensar y discernir, recto sentir, recto obrar, correcta meditación, etc. (Veremos este tema con más detalle al final).
Sidhartha alcanzó el estado de Buda o iluminación al comprender profundamente el significado de estas 4 nobles verdades, alcanzando así el Nirvana, que significa literalmente “extinción”. ¿Extinción de qué…? se nos ocurriría preguntar. Extinción del deseo, es decir extinción del “yo”(1). Profundicemos en esto comenzando por desmenuzar mejor cada una de las 4 nobles verdades del budismo.
El enunciado de la primera noble verdad no niega lo bueno y gozoso de la vida pero señala con contundencia que nacer en el reino humano lleva implícito el sufrimiento. La existencia del sufrimiento era algo evidente para Gautama. Solo le bastaba ver a su alrededor para ver penurias, pobreza, enfermedad y muerte a cada paso… Según las Escrituras Sagradas de la India las malas acciones, así como las buenas acciones pero cargadas de ego, son las que generan Karma, el cual trae al individuo de vuelta a renacer para saldar su karma. Hay que aclarar que karma no es solo de acción, sino además y también por pensamiento y sentimiento. Karma significa “acción”, y metafísicamente es la Ley de retribución (de Causa y Efecto). Es decir que a cada acción sucede una reacción o efecto. Pero en el fondo Karma es uno solo y se desprende del trasfondo psíquico del hombre, del archivo de condicionamientos y cristalizaciones de creencias, que es de donde proviene el pensar, sentir y actuar del ser humano no iluminado.   Según la creencia oriental la generación de Karma es lo que lleva a las reencarnaciones sucesivas, por que las acciones generadas desde el condicionamiento inconsciente necesitan cosechar los efectos o resultados correspondientes, y así siempre es necesaria una próxima vida donde esos efectos se puedan manifestar. Lo que ocurre es que en la próxima vida, no solo cosechamos los efectos de acciones de vidas pasadas, sino que generamos nuevo karma, que precisará también de vidas posteriores para saldarse… Esto pareciera ser un “nunca acabar”, con todos los sufrimientos que conlleva la existencia material, cuando se vive desde la limitación de la conciencia; y así lo entendió Sidhartha, por lo cual no se contentó con las insuficientes respuestas de la religión hindú, y fue más allá en su búsqueda.
            Reflexionemos: Si el karma es el que lleva a las reencarnaciones y es allí donde aparece el sufrimiento, esto significa que terminar con la generación de Karma implicaría terminar con la seguidilla de reencarnaciones y así con el sufrimiento consiguiente… ¿no es así…? Ahora bien, ¿cómo terminar con el karma…?   
Sigamos con la reflexión:  Si Karma significa “acción” (desde el trasfondo condicionado); terminar con el karma, no generar ningún karma, sería no actuar en ningún nivel, es decir, no obrar, no pensar y no sentir…, porque cualquier obra, pensamiento o sentir, sería actividad, es decir generación de karma (bueno o malo…) no es así…? Bien, se nos presenta la pregunta: ¿Es posible vivir sin actuar, sin pensar y sin sentir? Cualquiera diría que no… ¿no es así…? Pero si nos replanteamos el tema con mayor hondura veremos que sí es posible. Veamos.


1- El “yo”: Aquí nos referimos al yo psicológico, es decir a la identificación de la conciencia con la idea y sensación de ser una persona, diferente y separada del resto de las personas y del mundo. Mientras que en el Hinduismo se habla de “Atma”, ó Yo universal como el Espíritu presente en todo, pero diferente del yo personal o inferior, en el Budismo se habla de “anatma”, “no-yo”, y Sunyata, Vacío. Ambas posturas pueden conciliarse para el investigador que profundiza en el estudio y el discernimiento.
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Tal vez la pregunta deberíamos efectuarla desde otro ángulo… En lugar de preguntar si es posible vivir sin actuar, sin pensar y sin sentir para evitar así todo Karma; si ahondamos, nos toparemos con el siguiente interrogante:

¿Quién actúa?, ¿Quién piensa…? ¿Quién siente…?
¿Existe un “actor”? ¿Existe un “pensador”? ¿Existe “alguien” que siente? 

Esto me hace recordar un ejemplo que una vez escuché sobre las ideas y los conceptos. Una vez alguien quiso explicar la naturaleza del “vacío” (uno de los pilares del Budismo) y señalando hacia un carro, preguntó: ¿Qué es eso? Le respondieron: Un carro… ¿Estáis seguros…?   Sí, es evidente… acaso no lo ves….?. Nuestro amigo se acercó al “carro” y quitó una rueda del mismo, preguntando: “¿Es este el carro al cual os referís?. No, respondieron. Quitó otra de las ruedas, y mostrándola volvió a preguntar si era ese el carro. La respuesta fue negativa, claro está. Y así fue tomando cada pieza del “carro” preguntando si era el carro. Cuando ya no había más piezas, preguntó: ¿A dónde está pues, el carro? Donde antes estaban tan seguros de ver algo llamado “carro” ahora no había nada, solo un vacío, rodeado de piezas y elementos dispersos.
            Esto nos enseña que la mente del ser humano está llena de “conceptos” asociados a lo que los sentidos físicos perciben, pero que si vamos al fondo de las cosas, todo es vacío. El “carro” es un concepto, una idea en la mente asociada a una forma de un objeto y a su función, pero más allá del concepto, el carro no existe, es solo un agregado de elementos.
En el anterior ejemplo hablamos de algo creado por el hombre, pero aún si ponemos de ejemplo alguna “forma” de la naturaleza, como por ejemplo una flor, o un árbol, ó cualquier forma que tomemos, veremos que en esencia son átomos, y los átomos son simplemente fuerzas invisibles interactuando. Mirándolo así, las “cosas” son solo “formas vacías”, (lo que la ciencia descubrió en este ultimo siglo, ya Buda lo comprendió hace 2600 años).
Una montaña parece ser muy sólida ante nuestro tacto y vista, pero en realidad es solo un conjunto de fuerzas, “energía”. Además todas las formas son impermanentes, por que todo en la “existencia” está en continuo cambio. (La impermanencia es otro de los aspectos sobresalientes en el Budismo). La palabra existencia hace referencia a la manifestación externa de la Vida. Existencia: “ex” (externo, exterior). Es decir que la existencia es la manifestación del cambiante mundo de las formas. Las formas pueden ser perceptibles o no a nuestros sentidos. Los pensamientos, por ejemplo, aunque no los podamos ver (solo el clarividente puede), son “cosas”, “formas”, forman parte también del mundo objetivo, de la “existencia”.
Si volvemos al ejemplo de la flor y el árbol, veremos que estas son solo formas, el nombre de “flor” y “árbol” son palabras, conceptos en la mente humana para designar, clasificar esas formas, pero las formas no tienen nombre en realidad, todo el universo de formas es una sola existencia, sin nombres. No hay conceptos en el infinito mundo de las formas, todo es una sola manifestación con infinita diversidad de formas; los conceptos solo están en el mundo de la mente humana. En todo caso, los conceptos, siendo “cosas” en el plano mental, también son formas. (Lo que sí hay son arquetipos, pero ese es otro tema).
El ser humano, en la evolución de las formas, pertenece a la especie de vida “pensante”, es decir que fue más allá que el reino animal justamente por poseer una mente pensante. El mundo del pensamiento, de la psiquis y de los conceptos y las palabras es para el hombre un desafío, una “maraña” en la que se ha metido (por decirlo de alguna forma) y de la que deberá salir victorioso, con su discernimiento.
Toda esta reflexión, puede dar paso a entender lo que viene.

Volvamos ahora a la pregunta anterior a esta historia: ¿Existe un “actor”, un “pensador”? 
La respuesta mecánica a esto suele ser: “Sí, existe, soy yo el que actúa y el que piensa y siente. El actor es el ‘yo’… Pero… haciendo una analogía con la pregunta de si existe el “carro”, preguntémonos entonces:

¿Existe el yo…?
            Pareciera muy evidente la respuesta…, tan evidente como se presentaba la existencia del carro ante los ojos de los que lo veían delante suyo… Pero aún así se demostró en esa historia que el carro es solo un concepto en la mente, un agregado de elementos con determinada forma y funcionalidad al cual dimos nombre. Y, ¿no es acaso así también con el yo…? ¿No es el “yo” un agregado de elementos físicos, emocionales y mentales, es decir, una idea o concepto con el cual nos identificamos, llegando a creer y no dudar de su existencia…?
¿Qué pasaría si buscamos el yo como nuestro amigo hizo con el “carro”, observando cada pieza…? Nos preguntaríamos entonces al observar un pensamiento o una idea: ¿Es este el yo…? Y  al observar las distintas emociones que se nos aparecen…: ¿Es este el yo…? Y al caminar, por ejemplo, nos preguntaríamos observando nuestras piernas en movimiento ¿Es este el yo…? Y así sucesivamente… Pero es claro que no encontraríamos tal cosa llamada “yo”, por que es solo un concepto sobre un conjunto complejo de actividades físicas y psíquicas mezcladas. El yo es la identificación con un gran archivo o memoria ancestral (individual y colectiva) de donde provienen tendencias y hábitos conscientes e inconscientes (skandhas). En ese archivo o trasfondo psicológico también están los logros y las experiencias “personales”; es decir, un agregado de elementos, que si los quitásemos uno a uno, solo nos quedaría al final un “vacío”, como ocurrió con el carro, y como ocurre con todas las formas de la existencia.

En el Budismo se utiliza la palabra sánscrita “sunyata” para designar el vacío, la vacuidad, la nada. Es el nombre que se da al universo objetivo en el sentido de su irrealidad e ilusión (Glosario Teosófico).
Es necesario diferenciar bien entre el vacío psicológico que causa la falta de sentido de la vida, la falta de proyectos del ego, etc., lo cual causa depresión y angustia, y el Vacío (sunyata) referido a la realidad ilusoria del universo objetivo. La palabra utilizada en ambos casos puede ser la misma, ‘vacío’, pero significan algo totalmente diferente y opuesto, porque el vacío por falta de sentido y desorientación produce sufrimiento, mientras que el Vacío como conciencia espiritual es bienaventuranza.
Lo que he visto que no siempre se explica adecuadamente en el Budismo es que el Vacío no debe ser entendido como “ausencia” o “falta”, sino que este Vacío es en sí mismo una gran Presencia; esta Presencia es la Divinidad eterna, una Inteligencia universal e incondicionada que lo compenetra todo; es EL SER. Aquí decir la Nada es como decir el Todo. Obvio es que nadie puede transmitir con el lenguaje limitado y dual de las palabras algo que está más allá de las mismas. “La palabra no es la cosa”, decía Krishnamurti.

            Habiendo llegado a este punto de nuestra reflexión podemos volver a preguntarnos: ¿Es posible vivir si pensar, sin sentir, sin actuar…, para no generar Karma…?
             No es necesario no pensar, no sentir y no actuar para que el Karma no se genere, sino que lo que hay que ver es desde qué centro de conciencia están surgiendo el pensamiento, la acción y el sentir. He aquí la cuestión.

Existen dos centros de conciencia:
1-    El yo personal como centro de ilusión (porque no tiene existencia real), que es un falso centro que posee rasgos de intelecto y es capaz de pensar y sentir, pero siempre desde el condicionamiento. Es siempre mecánico y jamás creativo e inclusivo.
2-    La Presencia del SER UNO, único centro real,  desde donde puede surgir lo creativo, lo original, siempre fresco y renovado.  Es la Gran Inteligencia Cósmica no condicionada.

            Mientras sintamos que hay un yo (condicionamiento) que es el que actúa, piensa y siente, mientras nuestra conciencia esté identificada con el yo personal, es decir, mientras la acción, el pensamiento y el sentir provengan como “reacciones” mecánicas del trasfondo condicionado de la conciencia, el Karma seguirá produciéndose, porque el karma es un subproducto del yo.

            Evidentemente, Buda llegó a cuestionarse la raíz de todas las cosas, inclusive aquello que nadie se cuestiona por que se da como por sabido. A nadie se le había ocurrido, o tal vez si alguien lo hizo no fue con la suficiente profundidad, preguntarse si existe realmente el yo. Es claro que Buda alcanzó el Nirvana (extinción) al darse cuenta de la ausencia real de yo. “Vio que todos los elementos estaban vacíos…” dice en una de sus frases el Sutra del Corazón, que recitan los budistas, y esto se aplica a todas las cosas objetivas y subjetivas, como el “yo”.
            Si llegamos a darnos cuenta hondamente que no hay tal cosa llamada “yo” o ego, por lo tanto no habrá tampoco actor, o pensador. Eureka!!  Estamos aquí ante la cuestión vital: Si no hay yo, hacedor, pensador, si no existe en realidad un ego que hace, piensa o siente, entonces no hay karma, y todo lo que esto implica seguidamente, es decir: el fin del sufrimiento psicológico. Además, si no hay yo, no hay quien sufra…¿no es así?. (dejamos picando esa pelota…).
             Cuando se produce la revolución de la conciencia y desaparece la ilusión del yo, ya no hay más Karma por que la vida se ha movido a otro foco, a una región de verdadera vitalidad, la Conciencia de Unidad.

            Cuando decimos que no hay yo, es lo mismo que decir que no hay muchos yoes, es decir que no hay ‘individuos’. Así, la idea de millones de egos conviviendo, es reemplazada por la del SER universal, el ‘UNO’ expresándose a través de miles de millones de miríadas (humanas y no humanas). Este cambio de visión produciría evidentemente una revolución de la conciencia que aún hoy no se ha producido a nivel de la raza, porque ¿quienes de los que están a nuestro alrededor pueden afirmar abiertamente: “no soy un individuo separado del resto, solo una cosa soy y puedo ser: el Eterno Uno, y todos lo Somos por igual…”?
            La idea del yo, es decir de ser un individuo separado del resto que nos rodea está tan arraigada en el inconsciente colectivo de la humanidad que debemos ir muy profunda y decididamente una y otra vez al fondo de todo esto para ver su verdad, no solo teóricamente. Es necesario ver las fluctuaciones del “falso centro”, el yo, en todos los momentos donde este aflora, y esto solo se puede hacer en un estado siempre presente de alerta y observación.
En síntesis, la reflexión nos lleva a la conclusión que si nos damos cuenta de la mente y sus conceptos, y su trasfondo ancestral de creencias, y llegamos a concluir por recto discernimiento que no existimos como entes separados de todo lo demás, sino como partes de un único SER que es el Todo, estaremos en las puertas de las respuestas  que, según se nos cuenta, Sidhartha encontró por sí mismo.

            Por otro lado, “No hay logro, ni no logro” dice en otra de sus partes el Sutra del Corazón, el auténtico corazón del mensaje de Buda. Esto significa que, si no hay yo…, nadie existe como tal que pueda obtener la liberación, por que lo único verdaderamente existente es el UNO sin nombre y sin tiempo, por lo tanto no existe un yo que deba ser liberado; todas esas ideas serían parte de “maya”, ilusión. Es decir que no podemos ir en la búsqueda de la liberación, por que esto estaría dando por sentado que “somos egos” buscando liberarse, lo cual sería contradictorio por lo que ya hablamos. Si no existe el ego, no hay necesidad de liberación, ¿no es así…? Lo único posible entonces es darnos cuenta de esta verdad, y la liberación no sería entonces más que eso, darnos cuenta de la ilusión en la que hemos estado circunscriptos creyendo ser seres limitados e imperfectos y separados unos de otros, cuando la única realidad es que no existen “muchos seres” sino tan solo UN SER en la totalidad, expresándose en y a través de infinita diversidad de formas.
           
Veamos la segunda noble verdad, que dice que la causa del sufrimiento es el deseo. Este deseo de satisfacerse a sí mismo de mil y una formas y el apego en sus diferentes formas provienen del estado ilusorio de separatividad en el que ha caído la conciencia del hombre, como ya vimos. La idea de yo produce automáticamente la “dualidad”: estoy “yo” y está el “otro”; o “el yo y el mundo que lo rodea…”. Esta es precisamente la conciencia de ilusión en la que ha permanecido la humanidad por miles de años, y es por esto que la historia del hombre es una historia de conflictos, violencia, guerras y muerte. Si “yo” existo y soy diferente y separado del resto, debo entonces defenderme de los “otros”; y lo que es peor, atacar para conseguir mis propósitos… Esta es la historia de la humanidad hasta nuestros días.
            La sensación de yo ha aparecido con el nacimiento de la mente pensante en el hombre. Con el pensamiento surgieron los conceptos, y comenzamos a vivir una vida basada en un mundo de conceptos y creencias que creó una realidad ilusoria y virtual, paralela a la omnipresente Unidad de la Vida. Podríamos decir que, en el momento que encontramos la mente pensante, perdimos la inocencia de la Unidad.
            El deseo existe solo en la dualidad, es decir que se precisa del sujeto y del objeto deseado. La idea de sujeto y objeto son necesarias para que el deseo exista. El hombre desea distintas cosas, no importa cuales, porque en el fondo se siente incompleto. Sin saberlo, siente que obtener lo que desea lo hará feliz, completándolo; pero apenas consigue el objeto deseado o al cabo de un tiempo, vuelve a desear, porque nunca siente la real plenitud que inconscientemente busca.
¿Por qué busca el ser humano ser completado?
Por que muy en el fondo de sí mismo sabe que su esencia es la Unidad, Tesoro que ha “perdido” u olvidado al ‘convertirse’ en un yo separado. Al entrar al proceso evolutivo en el área del pensamiento y adquirir conciencia de yo, es decir, conciencia dual, “pierde” automáticamente el Paraíso de la Unidad, y se transforma en un mendigo; un mendigo del Tesoro perdido volviéndose esclavo del deseo.
            Es cuando el alma ya ha madurado y deseado lo suficiente durante muchas encarnaciones, habiendo sido defraudada una y otra vez con los resultados obtenidos con el deseo, que comienza a sentir un llamado interno… Su propia Presencia…, el SER en la unidad, “llama…” Podríamos concluir que este fue el llamado interno que sintió Sidhartha Gautama y que lo llevo a tomar las decisiones que tomó en su vida (si es que podemos hablar de “su vida”…) para buscar la Verdad.

Lo dicho hasta aquí nos puede llevar a un vital y trascendental interrogante:
-  ¿Por qué y para qué la Divinidad se sumerge en un estado de autolimitación, es decir de DUALIDAD o separatividad?
- Para adquirir experiencias de comprensión.
- ¿Pero no es acaso la Unidad completa en sí misma…? Si es omnisciente y completa, ¿para qué necesitaría experiencias de comprensión…?
- Si comparásemos la Conciencia del SER universal con el fragmentado y diminuto intelecto humano, entonces sí podríamos hablar de “omnisciencia” de la Divinidad, pero pareciera ser que la Divinidad, el Ser Universal, esta en proceso de un continuo autoconocimiento. El SER eterno es unidad y totalidad, es cierto, pero ser la Totalidad no significa que sea totalmente consciente de esa Totalidad; posee el impulso o Voluntad de explorarse a Sí Mismo. En la Unidad tenemos dos aspectos: la unidad inconsciente de sí misma, y la unidad consciente. Es decir que el SER necesita volverse cada vez más consciente de su propia unidad. En síntesis, el Propósito del SER es generar CONCIENCIA.   Podríamos decir entonces que la humanidad es un ensayo más del SER para volverse autoconsciente.

¿Y cuál es la causa de la existencia del deseo, después de todo…?
La Seidad (2) lo genera, por que nada existe bajo el sol que no provenga del SER. Por lo tanto Quien desea (si cabe la expresión) a través de las formas es la Seidad misma, en su intención de autoexplorarse y conocer.
La ilusión del yo es también creación de la Seidad misma. Esta lo permite por que a través del yo, explora…, conoce. El yo es un cúmulo de necesidad, necesidad de sentir, de experimentar, de saber, sed de ser, etc., por lo tanto a través de este ‘cúmulo de necesidad’ que es el yo, el SER investiga y conoce.
El SER UNO evoluciona, necesita generar CONCIENCIA, autoconocerse en regiones aún inexploradas de Si Mismo, y el deseo forma parte de esto. Deseo y yo son prácticamente sinónimos. Ahora bien, si el deseo es una forma más en que la Divinidad se está expresando y experimentando a Sí Misma, ¿por qué y para qué afanarse en extinguir el deseo? Esto vendrá cuando tenga que venir, no por deseo esforzado del yo.
La extinción (nirvana) es un hecho natural de la existencia. Es como un fuego encendido, que al cabo de consumirse la madera se va apagando, hasta que desaparece. Pero mientras el deseo tenga vida, energía, el camino no será apagarlo (reprimirlo) sino moderarlo. Una vez más estamos ante el “camino del medio” del Budismo.

La tercera noble verdad budista nos habla de que existe la liberación del deseo, y por lo tanto del sufrimiento. A la luz de lo que ya hemos reflexionado acerca de la ilusión del yo, de la naturaleza dual y separatista del deseo, y la desaparición del Karma con la vuelta a la unidad, el tercer punto de la verdad budista ya estaría aclarado…; porque en realidad lo que se ha enunciado como “cuatro” nobles verdades, es en realidad una sola gran verdad: “la ilusión del yo y la verdad de la unidad”. Si se comprende correctamente este punto, no hacen falta “cuatro” verdades, ni dos, ni tres, ni diez, etc. A buen entendedor, pocas palabras bastan…” ¿no es así?
Personalmente no creo que haya sido el mismo Sidhartha Gautama quien haya enunciado “las 4 nobles verdades”; creo que Buda tenía conciencia de síntesis, que fue muy profundo en su búsqueda, y que halló una sola gran verdad, nada más y nada menos que eso, por la cual fue libre de la Ignorancia. Evidentemente sus discípulos y seguidores más allegados han tomado de lo que vieron y escucharon del mismo Buda lo que sus propias capacidades de entendimiento les permitió abordar, y de allí surgieron las verdades del Budismo como están hoy enunciadas. Pero no olvidemos que todas las doctrinas son


2-    Seidad:  Término inventado por los teósofos para traducir la palabra “Sat” (sánscrito), que es la Presencia Universal. Aquí la empleamos como sinónimo de SER absoluto.
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solo un tenue reflejo de la verdad, no la verdad misma. Es más…, la Verdad ‘muere’ cuando se convierte en doctrina. La Verdad no cabe en textos y filosofías, religiones u organizaciones. Jesús no quiso crear una religión, Buda no quiso crear una doctrina; ellos fueron actores de la Verdad, testimonios vivos. Doctrinas y religiones surgen por las necesidades de los egos, y son como ‘fotografías’, (a veces bastante fieles, a veces no tanto) de la Verdad. Ninguno puede decir que la fotografía de una flor es la flor misma… En la fotografía no hay perfume, ni movimiento, ni profundidad, ni verdadera vitalidad… Todo eso está en la flor, no en la fotografía. Así es con las doctrinas de la Verdad y la Verdad misma.
“Las 4 nobles verdades” es la forma que tomó como doctrina la Verdad relacionada a Buda, pero hay que ir más allá de la doctrina para ver la Verdad por sí mismo. Además todos los “ismos” forman parte del mundo del yo, del trasfondo condicionado en el hombre. Cristianismo, Budismo, Brahmanismo, Sufismo, Comunismo, Capitalismo, nacionalismo, etc., etc., etc., todo forma parte las creaciones humanas en el conflictivo y dual mundo del yo; todo forma parte del gran archivo de la memoria colectiva de la humanidad, un gran almacén mundial de formas mentales y astrales al cual están conectados los miles de millones de “yoes” que aún no se han liberado. La hercúlea tarea de buscar la Verdad es solo posible de ser realizada por los que están dispuestos a “morir” para encontrarla. Y…, en efecto,  esto es lo que ha de ocurrir para que la Verdad se revele: la muerte del yo. Sin embargo, sería aún incorrecta esta misma frase: “muerte del yo”, por que no puede morir lo que no existe; sería más correcto decir: “cambio revolucionario de conciencia”.
¿Existe entonces la liberación del deseo…? Según el Budismo, sí, pero sería cuando ya no hay yo, o mejor dicho, cuando nos damos cuenta que en realidad el yo separado no tiene existencia real, sino una existencia ilusoria,  el deseo pierde su poder y sentido, y la Paz llega…, por que la Paz solo es posible en la unidad.

La cuarta noble verdad pronuncia el Noble Camino Octuple como medio para la liberación del deseo y de su efecto: el sufrimiento. Aquí se enuncia que el medio para esta liberación es la rectitud o lo recto en todos los aspectos de la vida. La palabra “rectitud” empleada aquí viene de “sammá” (en pali) que significa plenitud, coherencia, perfección, ideal. Los ocho aspectos de este noble sendero serían:

1-    Visión o comprensión correcta.
2-    Pensar correcto.
3-    Hablar correcto.
4-    Actuar correcto.
5-    Medio de vida correcto.
6-    Esfuerzo correcto.
7-    Atención correcta.
8-    Concentración y meditación correcta.

Estos ocho aspectos del noble sendero de liberación se divide, según la doctrina, en 3 partes: Los 2 primeros puntos, visión y pensar correcto corresponden a la “Sabiduría”; los puntos 3, 4 y 5 corresponden a la parte de “Conducta ética”; y los 3 puntos restantes a “Entrenamiento de la mente”. A la vez, cada uno de los 8 puntos suelen ser explicados con más detalle llegando a crearse como un manual de lo correcto.
Hasta aquí…, una síntesis de la doctrina del Noble Camino Octuple.
            Como se ha visto, la doctrina budista, interpreta al Octuple noble sendero como un “medio” ó “método” para alcanzar un objetivo, pero…, a la luz de lo que hemos estado reflexionado hasta aquí, ¿puede la Verdad ó Liberación alcanzarse por un método al cual ceñirse, un método de reglas a las cuales ajustarse…? Veamos con detalle este tema.
            Quien está dispuesto a seguir las enseñanzas budistas (según la doctrina), debe ajustar su vida a los 8  pasos descriptos de rectitud. Ahora bien, ¿Quién sería el que se está ajustando a vivir la rectitud en sus 8 formas…? ¿No sería acaso el “yo”…? ¿No sería justamente esa porción de conciencia condicionada, ilusoria, la cual llamamos “yo” la cual “desea liberarse” a través de un método…?
            Aquí está “la trampa”. Seguir un método de liberación es estar dando por sentado, corroborando, la existencia de un yo separado, sufriente, que desea liberarse del sufrimiento. Pero el sufrimiento viene justamente de creer en el yo, de sentirse separado…, de sentir al yo personal como verdadero; y es ese yo (ilusorio) el que busca una liberación, cuando en realidad la liberación sería simplemente “darse cuenta” de la ilusión, la herejía de la separatividad, y para esto no se precisa de reglas que seguir, por que las reglas solo fortalecerán al yo. Al seguir una doctrina, el yo se siente seguro, fortalece su autoidentidad, cuando en realidad debería tambalear hasta desaparecer.
Lo que hace tambalear al yo es en primer lugar el DISCERNIMIENTO claro, no tendencioso, por que a través de la razón y la observación podemos ver la verdad de la ilusión del yo personal, ver sus mecanismos y su naturaleza. Discernimiento es ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero. Por lo tanto ver y sentir al yo personal como verdadero, como una existencia real, es un estado de ignorancia, es no ver.

Por otro lado, el deseo de liberación, es al fin y al cabo, un deseo… ¿No es acaso el deseo la causa del sufrimiento (2º noble verdad)? Si bien existen muchos tipos de deseos, este no deja de ser uno, tal vez disfrazado de espiritualidad…, pero es un deseo igualmente.
Lo que busca el yo habitualmente es escapar del sufrimiento, que en gran parte es psicológico, es decir de su propia creación,  y escapando del sufrimiento, de lo que le desagrada, desea encontrar lo que le agrada; busca su autosatisfacción, e interpreta a la autorrealización espiritual como una forma de autosatisfacción. Estas son formas de autoengaño, que existen, como vemos, también en las religiones.
Ahora bien, Si seguir forzosamente un camino de perfeccionamiento y autorrealización espiritual, en realidad fortalece al yo…¿puede existir igualmente la rectitud en el obrar, sentir, pensar, actuar, hablar, comprender, vivir...como propone el noble Sendero Octuple…? La reflexión nos conduce a dilucidarlo.
Las virtudes rectas del noble Sendero Octuple no pueden nacer del yo psicológico; en primer lugar, por que, como vimos, el yo no existe, y en segundo lugar por que si surgiesen de un ego amoldado a un ideal de rectitud serían virtudes falsas, por que nada real puede nacer de algo ilusorio, nada verdadero puede nacer de algo falso. Por lo tanto la verdadera virtud y rectitud no pueden nacer del yo personal.
¿De dónde nacerá entonces toda posible rectitud y virtud?
Es el resultado del estado de conciencia de unidad.
No es posible seguir un método o doctrina para llegar a la liberación interna, por que la liberación no puede ser el resultado de la actividad del yo; es decir: del condicionamiento no puede nacer la libertad.
 Una vida recta en todo sentido es una consecuencia del estado de conciencia de unidad. No es posible intentar ser rectos para alcanzar la unidad, sino que, una vez en la consciencia de unidad, toda rectitud nacerá espontáneamente, naturalmente. Lo verdadero nace de lo verdadero.   Los intentos del yo por ser un “buen yo”, recto y justo, tienen su parte en la evolución, pero también esto llega a su fin.
 Es decir que habiendo desaparecido la ilusión del yo separado, y viviendo ya desde el Centro real de Conciencia, toda acción, todo sentir o pensar, el hablar y el vivir en su totalidad es recto, puro y perfecto, por que surgen de la Inteligencia incondicionada, ya no de un centro condicionado e ilusorio. Por lo tanto ya no hay Karma, por que todo Karma es acción condicionada, o mejor dicho reacción, y nace de la ilusión de la conciencia.


                                                                                                    15-08-12    M y M.



SUTRA DEL CORAZÓN

¡Rindamos homenaje a la Perfección de la Sabiduría,
la Adorable, la Sagrada!
Avalokita, el Sagrado Señor y Bodhisattva,
se internó en el profundo curso de la Sabiduría
que todo lo trasciende.
Mirando hacia abajo, desde lo alto,
sólo contempló cinco agregados,
y vio que, en sí mismos,
estaban vacíos.

Aquí, ¡Oh! Sariputra, la forma es vacío
y el vacío mismo es forma;
el vacío no se diferencia de la forma,
la forma no se diferencia del vacío;
todo lo que es forma, es vacío;
todo lo que es vacío, es forma;
lo mismo es aplicable a los sentimientos,
a las percepciones, a los impulsos y a la consciencia.
Aquí, ¡Oh! Sariputra,
todos los dharmas se caracterizan por el vacío;
ni son producidos, ni detenidos,
ni están mancillados, ni son inmaculados,
ni son deficientes, ni completos.
Por lo tanto, ¡Oh! Sariputra,
en el vacío no hay forma,
ni sensación, ni percepción,
ni impulso, ni consciencia;
ni ojo, ni oído, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente;
ni formas, ni sonidos, ni olores, ni sabores, ni cosas tangibles, ni objetos de la mente,
ni elementos del órgano visual,
y así sucesivamente
hasta que llegamos
a la ausencia de todo elemento de consciencia mental.
No hay ignorancia, ni extinción de la ignorancia,
y así sucesivamente,
hasta que llegamos a la no existencia de decadencia ni muerte,
ni extinción de la decadencia ni de la muerte.
No hay sufrimiento, ni origen, ni cesación, ni camino;
no hay cognición, ni logro, ni no-logro.
Por lo tanto, ¡Oh! Sariputra,
el Bodhisattva,
a causa de su estado de no persecución de logros,
y habiéndose confiado a la perfección de la sabiduría,
vive sin pensamientos que lo envuelvan.
Al no estar envuelto en pensamientos,
nada le hace temblar,
y superando toda preocupación,
alcanza al fin el Nirvana.
Todos los que aparecen como Budas
en los tres períodos del tiempo,
despiertan por completo a la excelsa,
verdadera y perfecta Iluminación
porque se han confiado a la perfección de la Sabiduría.
Por lo tanto, uno debería reconocer al prajnaparamita como el gran sortilegio,
la quintaesencia de la gran Sabiduría,
el sortilegio supremo, el sortilegio inigualable
que alivia todo sufrimiento, en verdad—
porque ¿qué podría ir mal?
Este sortilegio procede del prajnaparamita
y dice así:
Ido, ido, ido más allá;
Se ha ido, trascendiéndolo por completo.
GUEIT, GUEIT, PARAGUEIT, PARAMASAMGUEIT,
BODI SUAJA
¡Oh! ¡qué despertar! ¡Aleluya!
Esto completa el corazón de la perfecta Sabiduría.







           


           
           




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